lunes, 16 de febrero de 2009

Pedro Linares

EL CREADOR DE LOS ALEBRIJES

Primero había que pasar bajo una enorme campana que pendía quién sabe de dónde, tan voluminosa que su sombra cubría desde el mercado de Sonora hasta el zócalo (en el D.F.: una distancia de tal vez 2 kilómetros), en compañía de otros desventurados que también avanzaban sin mirar a izquierda o derecha sudando frío, esperando que en cualquier momento la enorme mole de bronce empezara a sonar y el monstruoso tañido los desbaratara.

Después había que recorrer un estrecho sendero de piedra, tan angosto como un lápiz, con insondables abismos a ambos lados y tan largo que no se le veía final: unos trataban de caminar como equilibristas en el alambre, pero a los pocos pasos caían al abismo; y otros, los menos, optaban por sentarse en el filoso sendero de piedra, una pierna a cada lado, y deslizarse penosamente, aferrados a la roca con muslos y manos.

Esto último fue lo que hizo el cartonero capitalino Pedro Linares López, entonces de 23 años de edad y ya famoso en el rumbo de la Merced. Gracias a ello pudo llegar con vida al otro lado del precipicio, donde empezaba el llano de los alebrijes.